Carlos Aguirre y Daniel Molina tienen discapacidad intelectual leve, atienden a los clientes en un supermercado dónde están haciendo su inclusión laboral.
Ni Carlos Aguirre y ni Daniel Molina pasan desapercibidos para los clientes de Don Eduardo Supermarket, el supermercado sobre Avenida Ignacio de la Roza y Ameghino, al que se han incorporado hace un tiempo ya a través del programa “Trabajando Sueños”. Es que su amabilidad y el respeto con el que se dirigen hacia quien les pide la reposición de un producto que falta en las góndolas o que le pesen lo que han seleccionado para comprar, se destaca.
Tampoco ninguno de ellos puede disimular la alegría que les significa tener un trabajo. Tomaron la convocatoria como una oportunidad laboral, pero también como una posibilidad para mostrar que son autónomos, que les interesa sentirse útiles y especialmente que pueden desempeñar la tarea con responsabilidad y mucha afabilidad. En definitiva, que disfrutan de esta nueva rutina.
Ambos tienen discapacidad intelectual, autismo o un retraso madurativo leve, lo que no les ha impedido ir a la escuela (fueron compañeros), seguir capacitándose, hacerse un lugar en el deporte adaptado (Daniel hacía natación y Carlos es parte del equipo de rugby Los Dinos) y ganarse afectos al por mayor. De hecho, Carlos -de 49 años- es uno de los valores que rescata de su paso, este año, como monitor de las colonias de verano, organizadas por el Ministerio de Familia y Desarrollo Humano. Tenía a su cargo el grupo de niños de 7 y 8 años que iba a la pileta del CESAP. Antes había trabajado en la Municipalidad de Rawson.
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“Cuando me dijeron de trabajar en el supermercado me entusiasmé mucho porque me gusta ese lugar. Soy repositor de todo, menos de las leches y los productos de heladera. Creo que lo hago muy bien porque soy ordenado y prolijo, estoy atento si falta algo o si alguna persona necesita mi ayuda. Pero lo mejor, lo mejor que tiene el trabajo es que hay buena gente y que ya soy amigo del dueño y hablamos de deporte siempre”, explica Carlos que pudo organizar su trabajo semanal de 17 a 21 horas, incluidos los fines de semana, para poder tener libres martes y jueves, que son sus días de entrenamiento de rugby, un momento “sagrado” en su vida.
Daniel, a sus 52 años, ha pasado por distintos lugares ofreciendo lo que sabe hacer. “He limpiado en una bomba de nafta que ya no existe, en la cosecha de ajo y aceituna, y con las Amas de Casa he hecho conservas y dulces. Pero nunca he tenido un sueldo. Ahora sí y está bueno”, dice el trabajador que en el supermercado se ocupa de barrer el salón, de ayudar en las cajas embolsando la mercadería comprada y también, está en el sector de verdulería y frutería, en la balanza, pesando lo que elige cada cliente.
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“Ya conozco a muchos clientes que me tratan muy bien, igual que mis referentes Candela, Luis y Valentino que me ayudan en lo que necesito para hacer bien mi trabajo. Puedo preguntarles de todo, que me tienen mucha paciencia”, agrega Daniel que nació en Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires, pero que de chico se vino a San Juan por el trabajo de sus padres. Aquí encontró un hogar y atención a sus problemas de salud. Ahora, un trabajo también.